Recuerdo estar muy emocionada por el comienzo del 2020 porque Pablo y yo empezamos a construir nuestro departamento, muchas circunstancias se pusieron a nuestro favor y nos permitieron dar ese siguiente paso para vivir juntos.
Recuerdo participar en la marcha del 8 de marzo que tuvo lugar en mi ciudad natal de Monterrey, fue muy bonito ese momento acompañada de mi hermana y otras increíbles mujeres que admiro, el sentimiento protección y no sentirme sola lo conservó aun meses después de haberlo vivido.
Recuerdo cuando dieron indicaciones de cerrar muchos negocios debido al brote de la pandemia de Covid, y fue con el paso de los días que fui comprendiendo la severidad de la situación, muchas personas morían rápido según los informes oficiales.
Aún con miedo e incertidumbre, tenía claro que la construcción debía seguir, los fines de semana poníamos la cama en el piso y adecuamos lo mejor posible para pasar pocos días en el cuarto que ya estaba listo del departamento, nos tocó bañarnos con manguera porque no estaba instalada la mezcladora de la regadera, el agua era fría por falta de boiler, y hasta que tuvimos puerta pudimos descansar un poco de la tierra que se metía al cuarto. Nos tocaron las primeras lluvias fuertes y tuvimos que irnos para regresar al día siguiente y sacar toda el agua que se había metido por las goteras del techo. Lloré y me frustre porque desconocía lo cansado que podía llegar a ser construir, afortunadamente Pablo siempre estaba ahí para escucharme, abrazarme y eso siempre era lo que me recordaba porque decidimos vivir juntos; no quedaba más que hacer lo que seguía.
Entendí que las personas que me rodean e incluso a quienes sigo son quienes me inspiran, extrañe ver a mis primos, tíos y abuelos. Afortunadamente pude seguir platicando con mis amigos, e incluso logré hacer un viaje que esperaba con mucha ilusión, un viaje que me demostró los increíbles seres humanos que tengo no como amigos, sino como familia.
Regresé con la noticia de que un ser querido se había contagiado de Covid, a ella la había visto por última vez el 1º de enero del 2020 y jamás pensé que sería nuestro último encuentro. Las circunstancias lo hicieron ver como si desapareciera, y por eso aun no comprendo del todo que ya no estará cuando pase por su casa, sin embargo conservó su risa y genuinidad.
Y cuando el año parecía acabarse, se logró lo que quería desde un inicio: Pablo y yo nos mudamos. Celebramos nuestra primera Navidad juntos, todos los días que despierto y lo veo a un lado me llena de mucha paz. Aún hay muchos detalles que faltan afinar en donde vivimos, pero puedo decir que a pesar de todo el 2020 fue un año muy significativo y agradezco poder escribirlo.

